La Plaza de los Niños se convirtió, por estos días, en una especie de museo itinerante al aire libre. Allí está estacionado un colectivo Mercedes Benz modelo 1961 que, pintado de azul y amarillo, con murales, fileteados y retratos de Diego Maradona, atrae miradas, bocinazos y charlas de curiosos que se acercan a sacarse fotos.
No se trata de un vehículo cualquiera: es “Pelusa por el mundo”, el motorhome con el que Stefanía “La China”, Lucas y sus hijos recorren el país en homenaje al Diez.
La historia de este sueño rodante comenzó en Mercedes, provincia de Buenos Aires, de donde es oriunda la familia. “Arrancamos el 10 de diciembre desde allá y ya llevamos casi tres años en la ruta”, contó Lucas a Democracia.

“Recorrimos el litoral argentino, después pasamos por Brasil, estuvimos en Uruguay, y a pesar de que dos veces se rompió el motor y nos quedamos sin ahorros, seguimos adelante. Nuestro sueño final es cruzar en barco a Nápoles, pero antes decidimos conocer nuestro país con este homenaje a Diego”, indicó.
Una señal maradoniana
El proyecto, relatan, nació después de la pandemia. Sobre cómo surgió la idea, “La China” recordó que – en aquel entonces – tenían “un negocio de indumentaria deportiva, empleadas, tiempo libre”. “Pero contábamos con esa sensación de querer cambiar el estilo de vida. Charlábamos sobre emigrar a Costa Rica o España, hasta que Lucas me dijo en broma: ‘Nosotros tenemos que comprar un motorhome e irnos’. Le seguí el juego, pero al poco tiempo apareció la señal”, detalló.
Por aquellos días, la tía de Lucas le había obsequiado el libro autobiográfico de Maradona Yo soy el Diego de la gente, herencia de su abuela. Casi al mismo tiempo, al buscar un motorhome en internet apareció un colectivo gris cuya patente terminaba en “810”, número que relacionaron con el ídolo.
“Lucas empezó a gritar que era una señal, que tenía que ser ese. Y lo más increíble fue que el dueño aceptó cambiarlo mano a mano por nuestro auto. A los 25 días ya teníamos a Pelusa estacionado frente a casa”, relató Stefanía.

Durante un año y medio trabajaron en la “camperización” del vehículo. Fue un proceso artesanal, “muy a pulmón”, que incluyó la ayuda de artistas amigos. Facu Polo, Jorge Blanco y “El Piojo”, de La Boca, hicieron fileteados y murales; y con el tiempo, el propio Lucas fue sumando dibujos y detalles. “Cuando era gris y yo decía que quería viajar hasta Nápoles en homenaje a Diego, muchos me miraban incrédulos. Pero ellos fueron quienes confiaron en el proyecto y hoy estamos cumpliéndolo”, agregó.
Resistencias y cambios
El momento de contarles la idea a las familias no fue sencillo. “Primero pensaron que estábamos locos. Teníamos un negocio andando, casa propia, y parecía un salto al vacío. Pero sentimos que nos faltaba algo, esa adrenalina de estar vivos”, explicó Lucas.
Con el tiempo, aseguran que el viaje no solo fue aceptado, sino que también fortaleció los vínculos. “Cuando volvimos la primera vez, notaron que estábamos distintos, más plenos. Hoy nos apoyan y cada reencuentro se disfruta más. Aprendimos a valorar lo que tenemos”, explicó.
El recorrido lo hacen en familia. Viajan con Azul, de siete años, y Oro, de cinco. Sus hijas mayores, Violeta (19) y Blanca (16), participaron de la primera etapa pero ahora permanecen en Mercedes. “Siempre saben que tienen las puertas abiertas de Pelusa, porque adentro siempre hay una cama lista”, señaló Lucas.
Cómo se sostienen
La pregunta inevitable es cómo logran subsistir a lo largo de todo el recorrido. Lucas lo explicó: “Hemos encontrado mil formas. En algunos lugares la gente colabora con fotos, en otros hacemos pan casero, tortas fritas, sahumerios, pinturas, mano de obra. Yo soy arquitecto y también hice refacciones y trabajos de construcción. La clave es adaptarse a cada lugar”.
Para Stefanía la experiencia significó, además, un cambio de mentalidad: “Cuando salís a la ruta, lo que necesitás aparece. Hay un premio muy grande en animarse a vivir un sueño, y eso te hace menos dependiente del dinero. Vas acumulando experiencias, no cosas. Lo más lindo es disfrutarlo y sentir que siempre hay retribución”.
Reacciones del público
Lo que más le sigue sorprendiendo a la pareja es la respuesta que genera el colectivo en cada ciudad que visitan. “Cuando manejo y me saludan o me tocan bocina siento que valió la pena”, dijo Lucas.
“A veces la gente se emociona, llora o reza frente a las imágenes de Diego. Hemos visto velitas encendidas, personas arrodilladas. Son postales que guardamos en el corazón porque entendemos que seguimos manteniendo vivo ese sentimiento”, remarcó.
El viaje, aseguran, está cargado de anécdotas. Hubo momentos difíciles, como las roturas del motor fuera del país, que les hicieron replantearse todo. Sin embargo, cada día encuentran nuevas razones para continuar. “Hubo mil motivos para desistir, pero gracias al Diego y a la gente siempre vale la pena”, confesó Lucas.
Próxima parada
La historia no deja de escribirse y el colectivo, que avanza a una velocidad máxima de 65 kilómetros por hora, seguirá rodando.
Mientras los chicos hacen la escuela en nuestra ciudad, la familia planea su próximo destino: San Luis.
“Vamos despacito, disfrutando. La idea es recorrer, conocer y seguir compartiendo el mensaje”, comentó Stefanía.
Ese mensaje, aseguran, es simple pero muy poderoso: “Hay que animarse a seguir los sueños, sin importar el tamaño ni la forma. Cuando aparece la oportunidad, hay que tomarla. Después llega la magia, y ese es el premio final”, concluyó.