En una parroquia del sur porteño, a pasos del Autódromo y donde el asfalto cede ante la tierra, el sacerdote juninense Andrés Tocalini construye desde hace años una obra que combina fe, educación y asistencia. Allí, en Villa Soldati, donde las necesidades duelen más fuerte, Tocalini es más que un párroco: es un referente comunitario, un cura villero con una misión que comenzó muchos años atrás en un colegio Marianista de Caballito y que tomó forma definitiva en uno de los barrios más olvidados de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Pero también, allí fue donde se forjó una relación estrecha con Jorge Mario Bergoglio, cuando todavía era cardenal, mucho antes de ser conocido como el Papa Francisco.
“Los recuerdos del Papa Francisco son muchos y uno los lleva también en el corazón”, contó Tocalini, en diálogo con TeleJunín. “Yo lo conocí cuando era obispo auxiliar de Buenos Aires. Venía cada tanto por acá. Y recuerdo siempre a un hombre muy cercano, muy sensato, un hombre muy de las cosas de todos los días”, indicó.
Esa cercanía no era una simple pose pastoral: el Papa Francisco, entonces arzobispo, solía visitar Villa Soldati en transporte público. “El día que él vino aquí para instituirme como párroco, el 16 de diciembre de 2012, vino en premetro. Salió desde Plaza de Mayo, tomó el subte y después el tranvía hasta la puerta de la parroquia. Esa es la última imagen que la gente del barrio tiene de él: bajando como uno más, sin ceremonia”, recordó.
Fue durante esa misa que Bergoglio le hizo un pedido especial a Tocalini: que no dejara de participar en el grupo de curas villeros. “Yo ya lo conocía, ya habíamos hablado sobre mi misión acá en Soldati, pero en ese momento, durante la misa, me dijo: ‘no te lo escribí en el decreto, pero te pido por favor que sigas con los curas de las villas’. Y así fue que me integré. Él siempre tuvo una cercanía muy grande con nosotros. Nos sentimos parte de su propuesta pastoral, de su mirada de Iglesia, de su compromiso con los más pobres”, sostuvo.
Las memorias de Tocalini no son anécdotas sueltas, sino retazos de una historia compartida. Cuando lo volvió a ver en Brasil, durante la Jornada Mundial de la Juventud, ya siendo Papa, Francisco no preguntó por él, sino por Villa Soldati. “Pasó, me agarró la mano y lo primero que me dijo fue: ‘¿cómo va todo eso en Soldati?’”, indicó.
Tocalini habla de un pastor con corazón de padre. “Siempre respondía los mails, a mano, con letra chiquita. En momentos difíciles, se acercaba, se preocupaba. Lo que mostró al mundo, lo vivía también en lo cotidiano. Un corazón enorme”, aseguró.
En medio de las repercusiones por la muerte del Papa Francisco, su voz busca poner luz sobre lo esencial: “Durante estos años no hemos sabido vislumbrar la gran misión que ha hecho Francisco. Lo metimos en la grieta. Qué pequeñez de miras. Francisco hablaba para el mundo. Ha sido el Papa de los más pobres, el que caminaba las periferias existenciales. Y eso no todos supieron o quisieron verlo”.
Para Tocalini, el legado de Francisco no terminó con su muerte. “Él abrió puertas, ventanas. Y creo que la humanidad entera recibió un gran regalo con él. Su funeral pedido con sencillez, sin pompa, habla de cómo vivió: como un pastor que dio la vida por los que el Señor le confió”, detalló.
Desde su parroquia en Villa Soldati, donde aún resuenan las huellas de Francisco en las calles de tierra y en las fotos de confirmaciones pegadas en las casas, Tocalini sostiene con firmeza: “Yo trabajo acá también por él. Lo sigo haciendo con la esperanza de que el mundo no olvide, de que lo redescubramos y sigamos su legado adelante”.